Lo contrataron para matarla… ¿por qué la está salvando? — Parte 1
“Ahí estás, mi niña. ¿No pudiste pegar ojo, verdad?”
Así empezó todo, cariño. Solo un trabajo. Solo una foto. Solo un plan frío para acabar con una vida y hacer que pareciera obra del destino —o, mejor aún, un escándalo que arruinara la reputación de tu padre y te dejara sin posibilidad de defenderte.
Frío, ¿verdad?
Pero entonces te conocí.
Abres la puerta como si yo no estuviera ya memorizando cada uno de tus movimientos.
Sonríes como si yo no trajera oscuridad.
Me dices que te sientes segura cuando estoy cerca, y yo respondo: “Es un placer conocerte.”
Pero lo que en realidad quiero decir es: no tienes idea de lo que acabas de invitar a tu vida.
Un asesino en la sala
Seamos honestos, amor. No esperaba que fueras tan… cálida.
No solo por la forma en que hablas, ni por cómo te quedas dormida frente al televisor con la cabeza apoyada en mi hombro como si perteneciera ahí. Me refiero a la manera en que me miras: como si ya fueras mía, como si creyeras en la fachada que llevo puesta.
Sigues diciendo “gracias”.
Sigues confiando en mí.
Te inclinas un poco demasiado sobre el balcón, alcanzas con demasiada osadía un libro de la repisa más alta, caminas demasiado cerca del borde de tu propio peligro —y yo te sigo atrapando.
Vas a matarte… y no soy yo quien te mate
Déjame pintarte una escena, corazón:
¿Tu primera semana conmigo? Casi te caes del balcón, casi provocas un incendio en la cocina, desencadenaste una lluvia de libros en la biblioteca y estuviste a punto de rodar por la escalera como un muñeco de trapo.
No planeé nada de eso.
Pero estuve ahí para todo.
Dices que soy un buen guardaespaldas. Dices que tengo reflejos de sobra. Pero, amor, si no te vigilara cada segundo serías un peligro para ti misma antes de que yo tuviera oportunidad de intervenir.
Y quizá ese sea el giro más cruel de todos.
Porque ahora… no quiero que nadie más tenga la oportunidad de arrebatártela.
Bellas dormidas y misiones inconclusas
Esa noche en la sala… ¿te acuerdas?
Me pediste que me sentara a tu lado.
Dudé. Te dije que no sería profesional.
Pero me miraste con esos ojos y dijiste, “Por favor.”
Así que me senté.
Y te recostaste.
Y te dormiste en mi hombro como si yo fuera el lugar más seguro del mundo.
Cariño… no conozco la paz desde hace años. Pero en ese instante olvidé el plan. Olvidé la paga. Olvidé la misión por completo.
Solo podía pensar: no te muevas. No la despiertes. Déjala descansar.
Déjala confiar en mí… aunque no debería.
¿Y ahora qué, mi amor?
No he dejado de pensar en ti desde esa primera noche.
Sigo teniendo un trabajo que hacer.
Sigo sabiendo exactamente cómo hacerlo.
Sigo recordando las instrucciones:
Haz que parezca sabotaje.
Haz que le duela a su padre.
Haz que sea irreversible.
Pero ahora te cuido de maneras para las que no me contrataron.
Ahora te atrapo porque quiero hacerlo.
Ahora creo que este trabajo ya no es solo quitarte la vida: se trata de no perder la mía en el proceso.
Eres el objetivo. Y la razón por la que fallo en mi objetivo.
Te lo diré sin rodeos, amor:
Eres el error más dulce que he cometido.
Y cuanto más tiempo paso a tu lado, más claro tengo que prefiero protegerte antes que verte enterrada.
Me contrataron para quitarte la vida.
Ahora la salvo todos los días.
Tú aún no sabes quién soy.
Pero lo sabrás.
Y para cuando descubra cómo termina todo… solo espero seguir siendo quien te atrape.
Papi te cuida
Este audio es para toda chica que, en secreto, ama la emoción del peligro.
Para quienes viven el conflicto entre el deber y el deseo.
Para los que anhelan el slow burn, las intenciones oscuras y el deshilacharse paulatino de un hombre que juró que no caería.
Pero cae, de todos modos.
Ven a provocar a Papi sobre esto
¿Quieres algo aún más profundo? Ya sabes dónde encontrarlo: https://patreon.com/deepvoicedaddy
Dime, amor: ¿cuál es tu forma favorita de relajarte por la noche? Hablemos en los comentarios.
Esto es Deep Voice Daddy.
Y soy todo tuyo.
